El pericardio es una fina membrana de doble capa fibrosa, similar a un saco, que rodea y protege al corazón (como la pleura al pulmón). Entre sus dos capas se encuentra una pequeña cantidad de líquido que actúa como lubricante.
Cuando esta membrana se inflama, las dos capas se rozan y se produce lo que conocemos como pericarditis.
Por lo general, comienza de forma repentina y dura poco tiempo (pericarditis aguda). Si es continua o aparece de forma más grande se considera pericarditis crónica. Además, afecta principalmente a hombres de entre 20 y 50 años.
Cuando se produce esta inflamación, el nivel de líquido aumenta se produce un derrame pericárdico y puede llegar incluso a taponar el corazón, impidiendo su correcto funcionamiento.
Derrame pericárdico y taponamiento cardíaco |
Sin embargo, esta capa no es imprescindible para que el organismo funcione, por lo que su ausencia no supondría ningún riesgo para la salud.
Con frecuencia, la pericarditis se dice que es idiopática; es decir, su causa es difícil de determinar.
Sin embargo, las más comunes son:
- Infecciosa: ya sea vírica (virus), bacteriana (bacterias) o fúngica (hongos)
- Patologías o cirugías cardíacas: se incluye también un previo infarto de miocardio
- Enfermedades sistémicas: cáncer (leucemia), insuficiencia renal, enfermedades autoinmunes (artritis reumatoide), hipotiroidismo...
- Determinados fármacos: anticoagulantes, penicilina, fenilbutazona, isoniacida...
- Determinados tratamientos: radioterapia
- Tumores
- Traumatismos torácicos: lesiones en el esófago o corazón (por ejemplo, debidos a un accidente)
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