El tromboembolismo pulmonar (TEP), también llamado embolia pulmonar, es una enfermedad potencialmente mortal que consiste en el bloqueo o taponamiento de una arteria pulmonar (o de una de sus ramas), la cual transporta sangre pobre en oxígeno desde el corazón hasta los pulmones para allí ser oxigenada. Esta oclusión es debida a la presencia de un émbolo o trombo que procede de otra parte del cuerpo.
Trombosis Venosa Profunda |
En la mayoría de los casos (95%), el coágulo proviene de las venas de los miembros inferiores y circula hasta la arteria pulmonar; es lo que se denomina trombosis venosa profunda (TVP). En otros casos, la oclusión puede ser por un émbolo gaseoso (acumulación de aire) o un émbolo graso (acumulación de grasa). Las principales consecuencias de esta oclusión están directamente relacionadas con los pulmones y el corazón:
- Una zona de los pulmones no recibe sangre venosa y, por lo tanto, no podrá oxigenarla.
- El corazón, al bombear sangre hacia los pulmones, se va a encontrar con un obstáculo, lo que hará que la presión aumente dentro de la arteria pulmonar. Esto va a debilitar el ventrículo derecho del corazón, el encargado de enviar sangre pobre en oxígeno hacia los pulmones.
El TEP puede causar numerosas complicaciones y daños irreversibles, llegando incluso a la muerte en los casos donde el trombo es demasiado grande y obstruye la arteria pulmonar principal.
Por lo tanto, es importante conocer que existen diversos factores que aumentan las posibilidades de sufrir un TEP. Entre ellos destacamos:
- Fracturas de extremidades inferiores o cirugía reciente: sobre todo debido a la inmovilización que esto conlleva
- Reposo en cama o inmovilización prolongados
- Viajes prolongados (habitualmente de más de 8h)
- Estados de hipercoagulabilidad (tendencia a desarrollar trombos)
- Cáncer y tratamiento con quimioterapia
- Obesidad
- Tabaco
Se estima que la mortalidad global del TEP es del 2-6%, pero puede alcanzar el 30% si el paciente presenta inestabilidad hemodinámica o shock. Además, el 25% de los pacientes no sobreviven más allá del año tras el diagnostico, aunque la mayoría de estos fallecimientos se relacionan sobre todo con las enfermedades de base, como el cáncer o la cardiopatía coronaria.
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